El problema es que tratamos de evaluar cada operación como si todas fueran comparables. Y no lo son. Cada persona tiene información distinta, habilidades distintas y necesidades distintas. Eso es economía básica: cada parte hace lo que mejor sabe hacer y obtiene lo que considera valioso.
Un ejemplo simple: vender una casa
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buscar interesados
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evaluar el estado de la propiedad
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chequear la documentación legal
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mostrar el inmueble
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negociar
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cerrar la operación
¿Podría hacerlo solo? Puede ser. Pero si decido hacerlo yo, tengo que dedicar tiempo, asumir riesgos, conocer el mercado y hacerme cargo de todo el proceso. Y si no quiero o no puedo hacerlo, pago a alguien que sí sabe.
Eso también es economía: elegir qué tareas hago yo y cuáles delego porque no me conviene hacerlas.
El caso del verdulero: ganar regalando
Lo importante no es cuánto gana el otro, sino cuánto ganás vos
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mover mercadería,
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atraer clientes,
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posicionarte,
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recuperar flujo de caja.
Eso no es perder plata: es invertir.
Negociar no es competir, es cooperar (si no, no hay trato)
Mientras más gane tu contraparte, más va a querer volver a hacer negocios con vos. Y esto es clave: un buen negocio es uno que se repite, no uno donde “le ganaste” al otro una vez.
Por eso dejar de obsesionarte por lo que se lleva la otra parte te libera, te ordena y, sobre todo, te vuelve más profesional.

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